(De
cómo el diccionario puede condicionar el título de un trabajo)
No
podemos titular la historia de Malika Fadel ben Salvador
(1302-¿135..?)
como “La Pirata” pues no existe al día, para nuestros
académicos, el término en femenino.
Hubiera
sido lo propio porque Malika nunca tuvo ni necesitó patente de corso
para robar en el mar demostrando una valentía temeraria y una
absoluta falta de escrúpulos para el abordaje,
la captura y el expolio..
También es verdad que en su época todos los navegantes
de Pechina , antiguo núcleo sobre el que Abd
al-Rahmán III fijó la capital marina del
Califato Cordobés en el siglo X, estaban autorizados para el saqueo
por los Reyes Nazaritas que, ahora, controlaban la política en el
antiguo Portus Magnus romano, en el extremo sureste de la península
ibérica.
Sin embargo a lo largo de la historia y pese a nuestros
académicos ha habido mujeres piratas diestras en la maniobra marina,
en el atemperar tripulaciones brutales y en el acecho y saqueo de
cuanto se presentara a su navegación, como Mary Read, cuya carrera
se encontró hacia 1720 con una horca española en Santiago de la
Vega (Jamaica), o Anne Bonney, irlandesa y pelirroja, que también
terminó con la soga al cuello, eso sí, acompañada de su amante el
Capitán John Rackman. Borges , que la cita en su “Historia
Universal de la Infamia”, pone en sus
labios, ante la horca y expresada de forma despectiva, una variante
de la reconvención de Aixa a Boabdil: “Si
te hubieras batido como un hombre no te ahorcarían como a un perro”.
Nuestra
digna precursora fue hija del esplendoroso Emirato Marino
Independiente de Pechina, formado sobre una población de razas
colonizadoras llegadas por mar del oriente y sedimentadas en el
crisol de la desembocadura del Rio Andarax durante los tres mil años
anteriores al desembarco del Islam en la Península Ibérica.
Con la llegada de la civilización árabe y sus
incomparables técnicas de regadío y agrícola, la vega de Almería
alcanzó una fase esplendorosa . La población consiguió en poco
tiempo una floreciente vida política, religiosa y económica pero la
preeminencia siguió en manos de “Los Marinos”, que obedecían el
poder central de Córdoba.
Desde el siglo noveno y mientras duró el califato hasta
1014, en que se independiza el Reino de Almería en Taifa bajo el
poder del liberto eslavo Jayran, transcurre una época de gran
esplendor y tolerancia en la convivencia de musulmanes, mozárabes y
judíos junto con multitud de extranjeros que arriban a la ciudad
portuaria califal, que se había convertido en el mayor centro
comercial del occidente mediterráneo, además de sede de la armada y
atarazanas cordobesas.
Almería mantuvo relaciones mercantiles abundantes,
tanto con otros enclaves islámicos como con el mundo cristiano. Se
importaba del norte de África oro sudanés y esclavos, del Próximo
Oriente especias, hachís y objetos de lujo, y de la Europa
Cristiana, pieles, metales, armas y esclavos. En contrapartida por
Almería se exportaba básicamente aceite, tejidos, esclavos
castrados, (la castración de esclavos fue una especialidad
almeriense muy celebrada en la época que se realizaba con gran
acierto en el entorno de los judíos almerienses), y manufacturas en
general.
Finalmente la sociedad , como consecuencia de la mejora
de la enseñanza y del nivel de vida, se islamizó conservando una
gran tolerancia debido a la preponderancia de muladíes frente a los
escasos árabes orientales que constituyen el fondo demográfico del
Califato Cordobés.
La estirpe de la que nació nuestra protagonista Fadel
Malika ben Salvador estaba bien asentada entre la vega del río y el
mar, aunque todavía deberían pasar casi tres siglos para que la
encontremos jugueteando en la cubierta de uno de los barcos de su
familia en la Rambla de La Chanca.
Tres siglos marcados por el Reino de Taifas edificado
sobre eunucos libertos eslavos huidos de Córdoba, la hegemonía
liberal almorávide, la ocupación y destrucción de 1147 por los
reinos cristianos mediterráneos (especialmente la flota genovesa y
16 navíos catalanes al mando del Conde de Barcelona y Rey consorte
de Aragón Ramón Berenguer IV que se llevó como trofeo una de las
puertas de la ciudad) unidos en cruzada al mando del Rey Castellano
Alfonso VII, el fundamentalismo intransigente Almohade posterior a la
reconquista de la ciudad de manos de los Genoveses que quedaron en la
ciudad durante diez años, y un último periodo de tranquilidad y
recuperación con el Reino Nazarí de Granada , convertido en el
último bastión islámico en la Península Ibérica.
Cuando Malika nació en la casa familiar, cercana a las
antiguas Atarazanas Califales, no se preveía que los Reinos de
Castilla y Aragón que ahora, en el año del señor de 1308 se ponían
de acuerdo para atacar y conquistar al año siguiente Almería de la
órbita nazarí, se verían envueltos entre ellos en una guerra larga
y sangrienta como consecuencia de la intervención de una marinera
corsaria pechinera que retrasó el paso de Almería a la cristiandad
hasta la entrada de los Reyes Católicos en 1489, un siglo y medio
después .
Huérfana desde los dos años, al sobrevivir a su
familia en el asedio sobre Almería de Jaime II de Aragón en 1309,
había quedado con su abuelo en el barco mientras sus padres y
hermanos varones viajaban a Granada para negociar el alquiler de una
flota almeriense a los castellanos.
Pese a la largueza del asedio, casi seis meses, la
ciudad resistió, pero la familia de Malika fue pasada a cuchillo a
la altura del actual Cortijo Blanco, antigua alquería cercana de las
fuentes y baños de Sierra Alhamilla, donde intentaron refugiarse de
las partidas que pasaban por las armas a todo musulmán que se
cruzaba en su camino.
El abuelo, viejo y respetado marino de ancestro
mediterráneo, se esforzó en proveer a la ciudad sitiada, esquivando
las galeras que pretendían el bloqueo marítimo de la vieja Bayyana,
aportando desde Orán hombres y batimento, sin olvidar su tráfico
normal de hachís rifeño, mientras procuraba la mayor ternura a su
nieta Malika.
Ibn-Fadel,
el abuelo, traficaba con hachís no solo del Rif, también arribaba
hasta Siria en busca del preciado dorado libanés, al mando de sus
tres bajeles . Los viajes eran aprovechados, si se terciaba, para
practicar el viejo deporte del acoso y derribo de las naves
cristianas, sobre las que caer de improviso, cargando botín y
prisioneros con los que proveer el lucrativo mercado de esclavos que
se celebraba por entonces en Almería.
Su nieta Malika apenas salía del barco y su abuelo
impedía a todos sus acólitos, seleccionados entre los mas bravos y
viles supervivientes de mil querellas, acercarse a ella. De hecho la
tomó como su propia esposa, delegando con el tiempo en ella cuentas
y repartos, descargándose del gobierno y derrota de la flota.
La Corsaria se libró de la peste negra que, como
consecuencia de las hambrunas ya por entonces frecuentes en la
decadencia, asoló Almería en 1329, enfermedad sin perdón para su
abuelo Ibn que, careciendo de cualquier otra familia, impuso en su
lecho de muerte a los hombres de la partida a su nieta de 22 años
como capitana y propietaria de los destinos y bienes de la horda
pechinera.
Muchos quisieron obtener los favores de Malika, mujer
menuda y descuidada aunque atlética y de bellos ojos turquesa, pero
jamás se separaba de un enorme eunuco negro obtenido como botín por
la jauría pechinera en el abordaje de una nave catalana que su
abuelo le obsequió para su seguridad.
Se sabe que adoptó, pagando su rescate, una tierna
joven a la que libró de la ablación en Alejandría y de cuya
belleza fueron testigos los vecinos de la Puerta del Mar, que daba
acceso a la antigua medina almeriense, fortificada mediando el siglo
X por el tercer Abd ar-Rahman, en la que Malika construyó un palacio
para su egipcia en el que invirtió el producto de sus correrías .
Ya desde los albores del siglo XIV el Mar de Alborán
había dejado de ser un lago de los marinos almerienses para
convertirse en un peligroso lugar de paso en el que cazar o ser
cazado era la regla del juego.
La flota de Malika Ben Salvador se perdió a manos del
almirante franco-catalán Moreau de Perellós en una refriega que dio
lugar a la nueva guerra entre Castilla y Aragón que comenzó
después, a partir de 1356.
Quiso el destino que don Pedro I de
Castilla y de León, conocido por “El Cruel”, decidiera dedicarse
en ese año al descanso, y para ello nada le pareció mejor que
preparar una galera y salir al mar con el fin de contemplar la pesca
del atún. Embarcó pues en Sevilla para dirigirse a Sanlúcar de
Barrameda. En el mismo instante en que don Pedro entraba en la bahía,
hacían también su entrada diez galeras catalanas al mando del
citado Perellós. Estas galeras, aunque pertenecientes al Rey de
Aragón, de momento habían sido cedidas al Rey de Francia, con el
fin de ayudarle en su lucha contra los ingleses, pero se desviaron de
su objetivo para cazar a la jauría pechinera, incómoda y famosa por
su capitana y tropelías, que venían cargadas con un apetecible
botín de hachís.
Perellós no tuvo en cuenta las mas elementales reglas
del derecho del mar y se apoderó de ellas, a pesar de que dichas
naves enarbolaron pabellón castellano al entrar en el puerto, que
era amigo por la tregua que mantenía Castilla con el reino Nazarí.
Don Pedro envió con amenazas delegados al Almirante
Catalán, advirtiéndole que estaba infringiendo las reglas de la mar
y el respeto debido al soberano de Castilla, pero Perellós contestó
a estos delegados que él no tenía que dar cuenta de sus actos mas
que a su señor natural, el Rey de Aragón.
Don Pedro, al no disponer de fuerzas, hubo de
conformarse y por ello no llegó a conocer a Malika Ben Salvador, “La
Corsaria Almeriense”, y su princesa, que con ella navegaba en aquel
viaje.
Por si fuera poco Perellós remontó
el Guadalquivir con su precioso botín, causando daños en las
riberas hasta su vuelta para Francia. Don Pedro, como era de esperar,
cumplió con sus amenazas e hizo encarcelar a todos los comerciantes
catalanes que residían en Sevilla, haciéndose con todas sus
propiedades y vendiendo cuantas mercancías encontró en su poder.
(“Las penas con
pan son menos”).
Curiosamente,
tras este incidente, se desencadenó la primera guerra entre Pedro I
y Pedro IV, los dos reyes mas jóvenes de la península, ambos
ambiciosos guerreros, impetuosos e incapaces de solucionar por vías
mas o menos pacíficas y prudentes sus cuestiones. Los embajadores
del reino de Castilla se presentaron en Barcelona, donde a la sazón
tenía su corte Pedro IV. Ante él expusieron una serie de
condiciones que Pedro I imponía para el restablecimiento de la
efímera armonía frustrada. Entre otras la restitución de las
tripulaciones de las naves almerienses. Como sabemos no hubo
devolución y sí guerra.
No sabemos nada mas de Malika Fadel, su princesa
egipcia y su flota, salvo que gracias a esta guerra se retrasó el
acoso de Almería, que estaba en el punto de mira de los dos Pedros,
hasta su entrega a los Reyes Católicos en 1489, mas de un siglo
después, en el que hizo su entrada en la ciudad el Rey Fernando, el
23 de diciembre, y la Reina Isabel, que había hecho una ruta
distinta, el día siguiente, en cuya noche fue celebrado el
nacimiento de Cristo en la Alcazaba Califal, dominando Bayyana.