![]() |
Manolo Sola |
Sobre Soles de Nostalgia de
María Ángeles Lonardi
por
Manolo Sola,
Bibliotecario de Purchena.
Bibliotecario de Purchena.
El pasado viernes 21 de junio se presentó en la Biblioteca de Purchena Soles de Nostalgia, último libro de María Ángeles Lonardi.
Como
Bibliotecario de Purchena me correspondió ser el anfitrión de dicha
presentación que comencé recordando a Pepe Criado, escritor,
editor, impulsor de cultura y literatura, fallecido hace unos meses.
Pasé
a continuación a presentar la larga y rica trayectoria literaria de
la poeta argentina afincada en Almería desde 2002 y, a continuación,
sobre Soles de
Nostalgia declaré,
bajo juramento literario, lo siguiente:
MARÍA ÁNGELES LONARDI, en la presentación de SOLES DE NOSTALGIA |
Roberto
Bolaño en su monumental y gran novela 2666,
escribe que sólo la
poesía no está contaminada, sólo la poesía está fuera del
negocio…
La
poesía de Marías Ángeles está fuera del negocio, no se ha
contaminado ni ha sido domada por las tendencias dominantes.
Soles
de Nostalgia es un
libro que gira en torno a la nostalgia. Obvio, ¿verdad? Ya en el
título aparece esta palabra, por lo que soy poco original en este
comienzo de mi comentario sobre el mismo. Sin embargo, mientras
leemos los poemas que se suceden, encontramos que la autora nos habla
de una nostalgia que, en ningún momento destila una mirada afligida,
triste, sino todo lo contrario: entrevemos una mirada de afecto,
alegría, gratitud por haber conocido a determinadas personas y poder
haber hollado lugares que marcaron para siempre a María Ángeles y
que ahora quedan en los Recuerdos
(pág. 46).
La
nostalgia
de la autora lo es a la japonesa,
ya que encontramos la utilización de un término de este idioma,
Natsukashii, que
utiliza para definir su propia concepción de la nostalgia, que se va
desgranando entre los poemas del libro:
nostalgia feliz, el instante en el que la memoria de repente te
transporta a un bello recuerdo que te llena de dulzura.
Se
nos presenta el poemario en tres partes: pasado, presente y futuro o,
como María Ángeles prefiere llamarlas, De
ayer, De Hoy y De Siempre. El
tiempo es el eje vertebrador.
De
ayer comienza con
una declaración de intenciones: Desde
donde soy… La
sucesión palpitante de nostalgias, los lugares, ya sean físicos o
mentales, que ampara a la poeta en las tormentas: la casa, el hogar,
la morada, el lugar paraíso donde están sus raíces, donde se
esconden sus ojos tristes al llorar y donde escribe y espera que la
vida la sorprenda mientras, saciada de poesía, descubre el sentido
de la vida.
A
partir de esta primera nostalgia
se desgranan los poemas de esta parte primera que nos hablan de su
origen, de su Argentina y su Larroque natal que trajo con ella en su
maleta viajera del corazón, junto a su casa paterna, las calles de
tierra, las campanas de la iglesia, terruño silente, que aunque
separados por el océano, se acercan a la poeta a través de los
recuerdos.
Nos
encontramos poemas dedicados a personas que quedaron atrás o amigas
que aún siguen allí y ahora y también en sus recuerdos de infancia
dulce, con olor a yerma mate húmeda, cuando fueron reinas y
princesa, maestras, “mujeres maravillas”, dueñas de todas las
equinas, de “El Campito” y la gran plaza de su querido Larroque.
![]() |
SOLES DE NOSTALGIA DE MARÍA ÁNGELES LONARDI |
Si
el libro comienza con una declaración de intenciones, esta primera
parte termina con un poema en el que declara orgullosa y feliz que no
se equivocó cuando decidió Volver
a empezar (pág. 45) y
que no cambiaría nada, ni la partida, ni la llegada. Dejó todo en
aquel rincón y no se equivocó; dejó de creer en regresos
estériles, perdió la confianza en quienes mienten (y siguen
mintiendo).
De
hoy comienza
con el poema
Nostalgia,
sentimiento que aquí ya no es de lugares o de personas que quedaron
atrás, en el recuerdo, sino de esa que come de tus silencios y que
anuda tu garganta, la que provoca suspiros, bocanadas de asombros y
te deja desarmada: la
única nostalgia imperecedera es la de tu voz.
A
estas alturas del libro entendemos que Soles
de Nostalgia es un
libro escrito desde el corazón, más aún cuando llegamos a Las
manos de su padre,
Genaro, (pág. 58), de quién heredó el amor a la tierra, los
libros, a leer y a escribir…; o cuando nos escribe sobre las
estrellas, sus hermanas: no
importa la distancia cuando de amor fraternal se trata;
o cuando nos habla de su madre y de todas las madres (Amor
de madre, pág. 67):
¿Qué no haría una
madre por sus hijos? ¿De dónde les viene esa fuerza inquebrantable?
Junto a una madre está el paraíso.
Todos lo entendemos y nos emocionamos.
En
esta parte segunda quiere también María Ángeles hablarnos de la
nostalgia de… O mejor os dejo un verso del poema para que lo
adivinéis: Dejaré la
manta en la playa y escribiré libertad en la arena para volver a
vivir. Sí, la de los
Refugiados,
cuando el barco se acerca a la orilla y trepa por los tobillos.
Esta
segunda parte finaliza con un canto al poder de la poesía, de
esperanza en que la poesía no muera porque la poesía nos salva, la
poesía nos hace libres.
De
siempre, la última
parte, se rinde al influjo de las estaciones. El otoño, su
preferida, la más nostálgica de las estaciones, es la primera que
leemos. En estos poemas estacionales, los sentimientos y el estado de
ánimo de la poeta están muy vinculados a la naturaleza y al devenir
cíclico de una estación que va a encontrarse con la siguiente.
Las
estaciones dejan paso a los lugares, las ciudades, la nostalgia feliz
de esas ciudades y pueblos una y otra vez visitados por la poeta ya
sea en viajes físicos o en viajes de la memoria: París
(pág. 81), a la que hay que volver siempre aunque sea en sueños;
Nueva York
(págs. 82-83), en dos poemas en los que, por un lado, nos deja una
estampa de ciudad gris y por otra se evoca a Walt Whitman y Federico
García Lorca; Roma
(págs. 84-85), ciudad a la que nadie puede someter, ciudad eterna.
El mundo gira pero Roma siempre está ahí atrayéndonos a pesar de
su visible deterioro; Roma a la que hay volver para pasear sus calles
o en el recuerdo de un vino y unos tagliatelle; Verona
(pág. 86) es la
ciudad sorpresa para la poeta. Nos cuenta que no sabía que iba a
enamorarse tanto de esa ciudad al recorrer sus calles. Encontramos en
este poema la emoción de su padre al llegar a la aldea próxima a
Verona, Prun, en cuya iglesia fue bautizado el abuelo, el nono. La
vuelta al lugar de origen de la familia es uno de los momentos más
emotivos, especialmente, cuando se cumple el sueño compartido entre
el padre y la poeta desde la infancia.
Pasamos
entonces a la nostalgia por Buenos
Aires (pág. 89) donde
se dan cita el incierto
ayer, el absurdo hoy y el venturoso mañana;
donde el bandoneón hace derramar lágrimas melancólicas de la
escritora a quien se le acumula la nostalgia mientras escribe una
carta de amor a esta ciudad sentada en un viejo café.
Sigue
Mari Ángeles hacia el territorio de nostalgias, con alguna que otra
geografía de recuerdos, que ella llama País
(pág. 91), ese territorio que
cuando te vas y lo dejas atrás, te sostiene; cuando lo habitas, te
determina y significa y cuando lo piensas, crece y lo idealizas.
Otro poema que denota la nostalgia por el ayer y que vivirá para
siempre es Pueblo
(pág. 92), su Larroque natal, su pueblo
que tenía y tiene para siempre su corazón robado, cautivo.
Continúa el libro
con otros poemas dedicados a la naturaleza de sus orígenes, al río
Paraná, al Uruguay a su provincia de Entre Ríos. Finaliza esta
tercera y última parte volviendo sobre el inevitable paso del
tiempo: ¿Cuántas
veces deseamos volver el tiempo atrás?
Al
terminar de leer Soles
de Nostalgia tengo muy
clara la influencia de Mario Benedetti en el mismo quien quiso
siempre que su poesía fuese acogida y entendida por cualquier
lector. María Ángeles hace suyos los principios del Manifiesto
sobre la Poesía Útil
de Ángel Guinda: una
poesía sencilla, clara, rotunda, directa, honda, intensa y grave,
cargada de intención. Que atraviese la inteligencia, queme en los
ojos y en los oídos, estrangule el corazón, produzca escalofrío en
el conocimiento y fustigue la conciencia agitándola, haciéndola
reaccionar, moviéndola a la reflexión y a la acción. Pues
eso.
Acabo
este comentario apropiándome de algunos versos de La
sabiduría de la rosa -poema
que recuerda al aforismo de Gertrude Stein-: la
rosa sabe que es rosa / y lo será hasta el último día.
Igual que los poetas como “La
Lonardi”, que saben
que lo son y nosotros, los lectores, sabemos que lo son y lo serán
hasta su último día.
Manolo
Sola: Bibliotecario y Técnico de Juventud en Biblioteca y Centro de
Información Juvenil de Purchena, Almeria. Estudió en la Universidad
de Granada.